Breve repaso a mis últimos cinco años
Tenía ganas de encontrar el momento de escribir tranquilamente. Aún no he recuperado el hábito de escribir en este blog por lo que no voy a ser muy original que digamos; escribiré a modo de reflexión sobre lo último que he vivido o que me ha resultado interesante desde mi última actualización personal.
Esa actualización fue sobre mi “cambio de mochila” hace ya casi cinco años.
Aquel cambio de mochila trajo un cambio personal bastante fuerte: volví a trabajar por cuenta ajena después de haber trabajado de forma autónoma y haber creado varias empresas desde cero durante los años anteriores.
¿Qué pasó desde entonces? Es imposible resumir todo lo vivido en esta entrada, pero repasaré algunos titulares que le contaría a un colega al que no veo desde hace años o a mi yo del pasado por si tuviera interés en ser spoileado.
Lo de mudarme a Madrid.
El 8 de Enero de 2019 me mudé a Madrid, ciudad en la que resido actualmente. Siempre he tenido un sesgo negativo con esta ciudad y antes de ese año hubiera apostado lo que fuese a que jamás, jamás en mi vida, acabaría viviendo en Madrid.
Málaga es una ciudad que conozco bien y me encanta. Forma parte de Andalucía, un gran paraíso del que tenemos la suerte de contar en nuestro planeta.
Cuando por trabajo tuve que decidir entre moverme a esta ciudad o ir a Madrid, ciudad concebida en mi mente como gris por su omnipresente asfalto, edificios, contaminación y abarrotada de ridículos coches SUV, me sorprendí decidiendo por la segunda. Y fue una genial decisión.
Me encanta Madrid. Es una ciudad muy cómoda y llena de gente interesante. Hay más lugares geniales en España, llenos de gente interesante también pero, lo bueno de Madrid, es que está lo suficientemente bien situada como para poder llegar de forma cómoda a prácticamente todos ellos.
No descarto moverme en un futuro, pero de momento eso lo veo a bastante más largo plazo del que me hubiera imaginado hace cuatro años.
Del remoto a presencial y vuelta al remoto.
Antes de volver a trabajar por cuenta ajena en el 2018, había estado trabajando en modo totalmente remoto durante siete años. En esa etapa fui dueño completamente de mi tiempo, cambié de residencia varias veces y viajaba frecuentemente mientras trabajaba.
No puedo explicar el cambio de trabajar de esta forma y llevar ese estilo de vida a volver a una oficina, con un horario, rodeado de cientos de personas, preparar tuppers… Mis primeras semanas fueron un reto continuo de adaptación.
Cuando me mudé a Madrid, en Packlink (la empresa para la cual trabajaba antes de ser comprada por Auctane) teníamos dos días a la semana en remoto y fuimos dando pasos hacia adelante que nos vinieron muy bien cuando nos pilló el toro del COVID. Desde entonces somos remotos totalmente con opción de ir a la oficina. Esto se ha mantenido incluso después de experimentar la adquisición de la empresa.
Soy un pleno defensor del trabajo en remoto y de la gestión de personas en remoto. Aunque hayamos experimentado un retroceso en comparación a lo ganado durante la pandemia, estoy plenamente convencido que en los trabajos en los que se pueda, los beneficios superan con creces a los inconvenientes, tanto para la empresa, como para los empleados.
Lo del inglés como idioma de trabajo.
Hace más de diez años repetía esta frase entre otras más o menos pegadizas: “el inglés es el mejor lenguaje de programación”.
Ahora mismo, se me haría muy extraño volver a trabajar en un lugar en el que no se utilizase el inglés. Desde hace tiempo estoy más cómodo escribiendo en inglés sobre temas profesionales, a pesar de no ser mi idioma nativo y a pesar de no hacerlo de forma perfecta.
He interiorizado el inglés como mi idioma por defecto para el ámbito profesional y esto se ha convertido en un principio personal bastante férreo.
Por otro lado, he desarrollado también cero tolerancia de quien desanima, se burla o critica a personas que aun no teniendo un nivel avanzado de inglés, se lanzan a hablarlo, escribir artículos o dar charlas.
Lo de perder, recuperar y crear hábitos.
“Observa tus acciones. Se transforman en hábitos. Observa tus hábitos. Se transforman en carácter. Observa tu carácter. Se transforma en tu destino.” Gandhi.
Durante 2020 estuve obsesionado con haber perdido la rutina de correr que tanto trabajo me costó recuperar años atrás. Durante ese año y el siguiente intenté sin éxito recuperar ese hábito.
En Abril de este año contraté a un entrenador personal y finalmente he tenido éxito no sólo en recuperar esa rutina, sino en hacerlo madrugando, mantenerla mientras viajo, he recuperado también mi rutina de remo indoor y he añadido rutinas adicionales de fuerza.
Como en otras cosas, tenía una perspectiva incorrecta cara a afrontar este problema. Cuando quieres conseguir crear, recuperar o eliminar un hábito, un problema frecuente suele ser obsesionarse por crear, recuperar o eliminar ese hábito en concreto. Los hábitos forman parte de un sistema formado por desencadenantes y ciclos de refuerzo.
En lugar de gestionar hábitos, debemos gestionar los sistemas en los que los hábitos encajan. Esto es algo que me ha obsesionado en el último año.
Levantarse a las 6:30 o 7 (no he sido nunca una persona especialmente madrugadora) y salir a correr me ha permitido de forma natural desencadenar un sistema de hábitos relacionados, algunos que había perdido sin ser consciente de ello y otros nuevos que a su vez, van desencadenando otros y curiosamente, haciendo menos apetecibles los que son más tóxicos. Es sorprendente la resilencia de un sistema de hábitos encadenados.
Por un lado, el libro de Hábitos Atómicos de James Clear, me proporcionó una perspectiva valiosa para ser consciente de triggers y sistemas de hábitos y Deshaciendo la ansiedad de Judson Brewer me dio un enfoque y herramientas para contrarestar los triggers de hábitos negativos.
Y para recuperar el deporte, un entrenador personal es la mejor elección que he podido hacer. Hay cosas que no puedes hacer de forma efectiva tú solo.
Aún me quedan hábitos por recuperar. El de escribir, el de escuchar más música o el de viajar en pequeñas escapadas aprovechando el remoto son algunos en los que estoy trabajado.
Hasta que no empecé a estudiar psicología no entendí bien lo importante de “hacer consciente lo inconsciente”. Esta frase se la escuché a una persona hace años con un café y ha estado muy presente en mi mente durante todo este año.
Lo del estoicismo.
“La vida es larga, si sabes cómo usarla.” Séneca.
Antes de recuperar de nuevo mis rutinas y hábitos, confiaba en exceso de mi capacidad de resilencia. A nada que hayamos leído a Taleb, especialmente su libro Antifrágil, sabemos que esa aproximación tiene un recorrido limitado en momentos de estrés o de mucho cambio.
Desde hacía años venía escuchando hablar sobre el estoicismo pero no me había detenido a leer sobre sus principios. Recuerdo una conversación con un amigo en el que me dijo “últimamente hay muchas personas fliplándose con el estoicismo”. Por mucho que hubiera querido sumarme a la crítica, me veía sin capacidad para responder ya que no había leído nada aún de Séneca, Epitecto o Marco Aurelio, por citar a los autores más conocidos.
Este año tuve la oportunidad de parar en seco unas semanas y dedicarme a entrenar, leer y recargar energía que había perdido en los últimos años. Prioricé entre otras lecturas, libros de estos autores.
Al leerles, me quedé con algunos de sus principios que los he interiorizado como míos y en algunos casos lo he llevado al plano profesional y han sido claves para afrontar situaciones complejas.
Saber detectar rápidamente lo que está fuera de mi control, lo que no me aporta pero se lleva mi energía o atención y el no esperar a que una situación mejore o sea “ideal” para conseguir avanzar y conseguir objetivos, son algunas de las ventajas que he obtenido gracias a la perspectiva que he conseguido adentrándome en este tema, totalmente desconocido para mí.
En alguna de esas lecturas invitaban a reflexionar a través de la pregunta “¿quién eres?”. Más allá de decir tu nombre y tu título profesional, ¿quién eres? Hacerse cargo de la identidad de uno mismo y saber lo que realmente forma parte de ella de forma genuina es muy interesante para priorizar y ahorrar un montón de tiempo, energía, preocupación y frustración.
Aunque no es estoicismo, pero está relacionado en cierto modo, no quería cerrar este titular sin mencionar la necesidad de gestionar nuestra atención.
Vivimos en una era en la que la economía de la atención es clave y es peligroso vivir en modo automático sin gestionarla.
El libro Los comerciantes de la atención de Tim Wu te da mucha perspectiva y un repaso histórico sobre este tema.
Lo de los principios.
Una lectura que he sido reticente a leer desde hace tiempo y que creo que merece mucho la pena es Los Siete Habitos de La Gente Altamente Efectiva de Cowey.
El libro es mejor que el título o las portadas rancias que suele tener.
Esta lectura me ayudó a ser consciente de cómo nuestros principios definen nuestro paradigma y cómo nuestro paradigma, define nuestra forma de ver la vida.
Hacer conscientes buenos o malos hábitos que apoyan o desafían nuestros principios ayuda de forma drástica a tomar algo de control sobre nuestro paradigma. Según mi entendimiento, tomar control de nuestro paradigma es prácticamente equivalente a tomar control de nuestra vida.
La sensación de cambiar con éxito un principio, ser consciente de ello y saber que eso tiene un impacto directo en tu realidad, es sencillamente brutal.
Lo de gestionar personas y un departamento de ingeniería.
En los últimos trece años he asumido roles de gestión y siempre los había compaginado con el trabajo de programación o en roles de liderazgo técnico. No fue hasta hace tres años cuando dejé completamente de programar en mi trabajo y mi rol se convirtió en un rol puro de gestión de personas y de ingeniería.
No he parado de pensar en pendular en algún momento hacia un rol de líder técnico o individual contributor, por sentir envidia pura del impacto que realizan los roles de ingeniería pura. Sin embargo, este año tomé la decisión de mantenerme y seguir creciendo en roles de gestión pura.
Los retos en gestión son muy distintos a los de ingeniería y se aprende cada día. No son roles nada agradecidos pero la parte buena es que las lecciones que aprendes, te las puedes llevar a muchos otros contextos.
Como soy de la opinión (fuerte) de que los managers, directores y otros roles de gestión deben entender, ser capaces de aportar y estar al día de la tecnología, seguiré formándome y programando, pero en otro plano más personal sin esperar tener la agilidad de alguien que asume un rol puro de ingeniería de software.
He escrito y seguiré escribiendo sobre tecnología y gestión en mi espacio de Medium, algunas de las últimas cosas que he escrito:
- Our onboarding process at Packlink Engineering
- The Path to our Career Path
- Implementing a workflow for your Architecture Decisions Records
- The pursuit of software teams autonomy: how we created an Internal Platform at Packlink
- Implementing a maturity framework for our teams at Packlink
Los libros que he leído y me han aportado en este campo son innumerables; creo que merecen una serie de artículos o entradas en este blog.
Lo de no fliparse.
Asumiendo roles de liderazgo o de gestión es muy fácil fliparse. Con fliparse me refiero a un patrón de comportamiento muy claro en el que perdemos humildad como grupo o individuos y nuestro ego no permite hacernos conscientes de partes críticas del contexto en el que actuamos.
Un ejemplo claro se da cuando tenemos éxito, especialmente en un entorno complejo. En esos casos, si no analizamos de forma objetiva nuestro contexto y los pasos que hemos dado, podemos asumir conclusiones erróneas y no entender exactamente por qué hemos conseguido algo. Esos factores pueden suponer una diferencia para replicar ese éxito en un contexto similar.
Y uno de los peligros de no analizar de forma objetiva nuestro éxito tras un reto concreto, es creernos que hemos conseguido todo nosotros solos.
Especialmente cuando tenemos que plantear una estrategia es importante no fliparnos a la hora de traernos lecciones supuestamente aprendidas; puede que recordemos haber construido cosas desde cero cuando en realidad partíamos de cimientos que estaban establecidos previamente gracias al trabajo anterior de otras personas.
Utilizar o seguir el trabajo base de otras personas no significa que no haya mérito o trabajo detrás por nuestra parte, pero seguramente al plantear la misma solución en un contexto similar, si tenemos en cuenta la necesidad de este trabajo previo, acertaremos en conseguir el éxito que esperamos de una forma más precisa.
Lo de cambiar de opinión.
Una de las premisas del libro Think again de Adam Grant, es la de estar preparados para cambiar de opinión. Recomiendo este libro sobre todo a personas que empiecen en el rol de manager y vengan de contextos en los que el liderazgo a base de “tener razón” estuviera muy presente.
Mantenerse firme en una opinión o creencia puede ser nocivo a varios niveles pero lo fundamental es que nos evita aprender de los demás.
Creo que cambiar de opinión se ve muchas veces como una falta de personalidad y líderes anclados en el pasado se mantienen con pánico en defensa de visiones que ellos consideran correctas sin retarse o dar mínima seguridad a otros para que les reten.
De nuevo, creo que he tenido suerte en los últimos años de contar con personas que me han retado y me han mostrado lo equivocada que estaba mi opinión. Gracias a todos ellas, he aprendido un montón de cosas.
Lo de leer.
Leer me da la vida. Es uno de mis vicios favoritos junto al café. Y lo mejor de todo es que ambos vicios se pueden disfrutar al mismo tiempo.
Algo que también me encanta es leer libros con más personas y debatirlos. La experiencia de lectura se hace mucho más interesante y en el caso de ensayos u otras lecturas de no ficción, creo que es uno de mis métodos de aprendizaje favoritos. Me encanta la sensación de descubrir que muy a pesar de mi tremenda seguridad por lo contrario, no había entendido realmente el punto del autor sobre algo.
Nadie es más inteligente que una comunidad y en este sentido, tengo la suerte de contar con más gente inquieta cerca para debatir lecturas.
Deberíamos disfrutar de leer sin obsesionarnos con terminar un número concreto de lecturas al año.
Sin ánimo de meterme en la forma en la que otros leen libros, observo mucha presión por terminar los libros que se empiezan; esos libros no van a desaparecer y no pasa nada por tener libros sin terminar durante años. A veces nos metemos mucha presión con las cosas equivocadas.
Me gusta mucho esta reflexión de Borges al respecto.
Básicamente estos son los titulares que tenía en mi mente ahora mismo. Mi idea es seguir escribiendo y detenerme de vez en cuando a repasar nuevos titulares que vayan surgiendo por el camino.
Nos leemos pronto.